jueves, 20 de enero de 2011

Ceguera

Desde hace un tiempo BHP Billiton está ejecutando uno de los programas de desarrollo de proveedores más ambiciosos que se haya dado en el país. Pretende tener al año 2020 “más de 250 proveedores de clase mundial”, donde BHP ha entendido que las limitaciones a su productividad se encuentran alojadas a través de toda la cadena/cluster en el cual se desenvuelve. Así, visionariamente, ha estado invirtiendo en proyectos, difusión y seguimiento; en un plan donde actúa asociadamente con CODELCO. Dentro de estas acciones ha realizado una novedosa encuesta para medir las brechas en gestión que separan a las empresas de proyectarse como competidores globales. Dentro de los resultados de las primeras decenas de encuestados se puede distinguir un fenómeno que impide la innovación de clase mundial, la ceguera.

¿Ceguera? Pues sí, entendida como la incapacidad de distinguir de forma clara dónde y cuáles son los niveles de excelencia y sofisticación que se deben alcanzar para tener un producto o servicio de “clase mundial”. Consistentemente a nuestras empresas se les dificulta el distinguir qué significa construir una marca global, que nivel de capacidades, infraestructura y de tecnología son necesarias para la alta competencia mundial. ¿Qué tiene que ver esto con innovación? Pues la innovación si bien se asimila a la magia, no lo es. La innovación es un proceso recurrente de gestión de creatividad y emprendimiento que busca sorprender e impactar a los mercados, y su calidad es dependiente de los recursos que se le asignan, tales como: personas, tiempo, presupuesto, alianzas, tecnología, etc. Está demostrado que la marca MIT ayuda a sus emprendimientos (no da lo mismo la robustez de una marca), y que la calidad y diferenciación de su infraestructura tecnológica son la base de su éxito en el traspaso de conocimiento a mercado.

Entonces ¿qué nos pasa? Hagamos un ejercicio. Imaginémonos viendo un jugador de 16 años de las divisiones inferiores de Huachipato –el club del acero tiene de las mejores inferiores del país-, y otro, igual (misma edad), jugando en las inferiores del Inter de Milán, ¿hay realmente una diferencia sustantiva? No, no la hay; incluso algunos opinaran que somos mejores. Ahora, pensemos en que estamos viendo estos mismos jugadores, en los mismos clubes pero de 23 años, ¿hay diferencia? Si, la mayor parte de las personas y empresarios a los cuales les pregunto sienten que ya hay grandes diferencias, por supuesto en beneficio del club italiano. Finalmente, ¿hay diferencias entre las instituciones? Abismantes, nadie a quien he preguntado encuentra comparables Huachipato con el Inter; hay profundas diferencias en términos de infraestructura, presupuesto, governance, merchandising, especialistas, etc.

Pues bien, si estas comparaciones las trasladamos a las empresas, universidades, o por ejemplo al campo de la biotecnología, tenemos la impresión de que poseemos una fuerza laboral joven de alto potencial, buenos investigadores, científicos creativos y con publicaciones –el joven de 17 años de Huachipato- somos competitivos. ¿Es así? donde tenemos campos de ceguera es respecto del entorno en que maduran las innovaciones, en juzgar o comprender los estándares de competencia de clase mundial –como el caso del jugador de 23 años en el Inter, que seguramente juega 2 partidos de alta competencia por semana, lo vigilan preparadores, sicólogos, sus pares son de alto nivel, si falla se le hace ver, tiene métrica que lo rodea-, que lo desafía a innovaciones disruptivas, a niveles de agresividad que potencien sus capacidades; también somos algo ciegos respecto de nuestra real posición en el entorno global en cuanto a institucionalidad e infraestructura, ¿podemos realmente competir en biotecnología? ¿Son nuestras universidades instituciones lo suficientemente robustas para la competencia global de la innovación?

La ceguera -el mind set- se puede y se debe acondicionar. No necesariamente implica que en vista de que no tenemos algunas cosas las “compremos” todas, pero si nos debemos dar cuenta de las redes y complejidades de competir en el mundo, y a través de este conocimiento, ir construyendo canales apropiados que apoyen los procesos de maduración de las innovaciones –entornos competitivos-, e institucionalidad que las resguarde y les den apoyo. El construir juicios comunes respecto de nuestro nivel de competitividad puede ser un buen inicio para caminar en el sentido correcto.